Se apagan los micrófonos. Como en las peores resacas, en la
cabeza todavía resuena el griterío de la noche anterior. Hemos asistido a
varias semanas de mercadillo electoral: unos vendían "libertad",
"sueños" e, incluso, "felicidad" (como si eso fuera algo colectivo), y los otros perjuraban que el producto del vecino no es viable y
encima es corrupto. La euforia, la tristeza y la incertidumbre se mezclan en el
paladar. Faltan líderes y el futuro es una incógnita.
Las elecciones anticipadas tienen una lectura compleja. No
hay vencedores, y sólo Mas se puede contar entre los vencidos. La mayoría independentista
que exigía no se ha casado con él, pero en el Parlament la opción mayoritaria
empieza a dar la espalda a España. ¿Estamos ante un punto de no retorno? Todavía no.
España no puede seguir así. La hipocresía y el electoralismo en la relación entre políticos españoles y catalanes ha llevado a una crispación sin futuro, y hoy nadie se atreve a positivizar una unión que conviene a ambas partes. A continuación voy a exponer algo inaudito, y que nadie se atreve a pronunciar abiertamente y sin tapujos. El discurso de odio y miedo que toma el puente aéreo cada día tapa lo que es obvio: la unión favorece a ambas partes. España y Catalunya se necesitan.
A España le conviene mantener a Catalunya
España no ha sabido apreciar ni valorar la riqueza y diversidad que le aporta Catalunya. Boicots, desagravios, críticas furibundas, falta de comprensión... Todo esto es cierto, sin embargo, hay un hecho innegable: A España le conviene mantener a Catalunya.
A nivel económico, Catalunya es su región más rica (ver aportación nominal al PIB en 2011) y una de las zonas con mayor capacidad adquisitiva (ver pib per cápita en 2011). Es además el principal foco turístico (fuente: INE) y una potencia exportadora ("Situació Catalunya" de BBVA Research). A esto hay que añadirle el potencial tecnológico de Barcelona (esto se puede comprobar en exportaciones de alta tecnología, los congresos organizados en BCN, el 22@...), así como el dinamismo cultural. En definitiva, Catalunya es parte fundamental de la economía española y un puente fundamental con el resto de Europa. España no puede renunciar a ello sin sufrir un gravísimo revés.
España no puede seguir así. La hipocresía y el electoralismo en la relación entre políticos españoles y catalanes ha llevado a una crispación sin futuro, y hoy nadie se atreve a positivizar una unión que conviene a ambas partes. A continuación voy a exponer algo inaudito, y que nadie se atreve a pronunciar abiertamente y sin tapujos. El discurso de odio y miedo que toma el puente aéreo cada día tapa lo que es obvio: la unión favorece a ambas partes. España y Catalunya se necesitan.
A España le conviene mantener a Catalunya
España no ha sabido apreciar ni valorar la riqueza y diversidad que le aporta Catalunya. Boicots, desagravios, críticas furibundas, falta de comprensión... Todo esto es cierto, sin embargo, hay un hecho innegable: A España le conviene mantener a Catalunya.
A nivel económico, Catalunya es su región más rica (ver aportación nominal al PIB en 2011) y una de las zonas con mayor capacidad adquisitiva (ver pib per cápita en 2011). Es además el principal foco turístico (fuente: INE) y una potencia exportadora ("Situació Catalunya" de BBVA Research). A esto hay que añadirle el potencial tecnológico de Barcelona (esto se puede comprobar en exportaciones de alta tecnología, los congresos organizados en BCN, el 22@...), así como el dinamismo cultural. En definitiva, Catalunya es parte fundamental de la economía española y un puente fundamental con el resto de Europa. España no puede renunciar a ello sin sufrir un gravísimo revés.
A Catalunya le conviene permanecer en España
Catalunya también tiene argumentos ganadores para quedarse en España. Cierto es que hay cosas que deben cambiar, pero no dejemos que las ramas nos impidan ver el bosque. No es cierto que Catalunya no fuera viable como estado independiente, aunque supondría un golpe duro para ambas partes (ver análisis del investment editor de Financial Times, James Mackintosh). El coste de la hipotética independencia es una incógnita.
Estratégicamente, Catalunya tiene mucho que aprovechar de mantener el statu quo: España es un puente comercial de gran relevancia para llegar al magreb y a Latinoamérica, regiones cada vez más relevantes, del que una región exportadora como Catalunya debe beneficiarse. España es también un destino clave en la exportación catalana (ver cuadro 15 del último estudio "Situació Catalunya" de BBVA Research). Es de esperar que este intercambio comercial aumente cuando se supere la recesión. España es también la puerta jurídica por la que Catalunya se conecta al mundo. La Unión Europea, aún en plena crisis, es una de las principales potencias mundiales, y parece difícil que acepte la independencia dentro de la Unión (Durao Barroso, Viviane Reding, Joaquín Almunia han mostrado sus dudas).
Hay otro argumento estratégico a favor de la permanencia en España: siempre es mucho más fácil entenderse con quien te conoce y te necesita (Madrid), que tener que explicar quién eres antes de sentarse a negociar. Catalunya no tiene aliados internacionales.
Incluso en el momento de máxima efervescencia independentista, las encuestas mostraban la preferencia por el pacto fiscal. Parece que las balas del cartucho del unionismo se acaban, pero Catalunya y España necesitan entenderse. Tal y como se ha expuesto, hay argumentos para construir una alianza sólida. Para ello, hace falta voluntad de entendimiento, acabar la búsqueda electoralista de culpables, liderazgo y visión de Estado. Quizá es pedir demasiado a esta España rutilante. Sin embargo, vale la pena volver a comenzar, superar las diferencias y avanzar unidos. Todavía hay razones para ser ingenuo.