jueves, 6 de diciembre de 2012

Todavía se puede ser ingenuo




Se apagan los micrófonos. Como en las peores resacas, en la cabeza todavía resuena el griterío de la noche anterior. Hemos asistido a varias semanas de mercadillo electoral: unos vendían "libertad", "sueños" e, incluso, "felicidad" (como si eso fuera algo colectivo), y los otros perjuraban que el producto del vecino no es viable y encima es corrupto. La euforia, la tristeza y la incertidumbre se mezclan en el paladar. Faltan líderes y el futuro es una incógnita.

Las elecciones anticipadas tienen una lectura compleja. No hay vencedores, y sólo Mas se puede contar entre los vencidos. La mayoría independentista que exigía no se ha casado con él, pero en el Parlament la opción mayoritaria empieza a dar la espalda a España. ¿Estamos ante un punto de no retorno? Todavía no. 

España no puede seguir así. La hipocresía y el electoralismo en la relación entre políticos españoles y catalanes ha llevado a una crispación sin futuro, y hoy nadie se atreve a positivizar una unión que conviene a ambas partes. A continuación voy a exponer algo inaudito, y que nadie se atreve a pronunciar abiertamente y sin tapujos. El discurso de odio y miedo que toma el puente aéreo cada día tapa lo que es obvio: la unión favorece a ambas partes. España y Catalunya se necesitan


A España le conviene mantener a Catalunya

España no ha sabido apreciar ni valorar la riqueza y diversidad que le aporta Catalunya. Boicots, desagravios, críticas furibundas, falta de comprensión... Todo esto es cierto, sin embargo, hay un hecho innegable: A España le conviene mantener a Catalunya. 

A nivel económico, Catalunya es su región más rica (ver aportación nominal al PIB en 2011) y una de las zonas con mayor capacidad adquisitiva (ver pib per cápita en 2011). Es además el principal foco turístico (fuente: INE) y una potencia exportadora ("Situació Catalunya" de BBVA Research)A esto hay que añadirle el potencial tecnológico de Barcelona (esto se puede comprobar en exportaciones de alta tecnología, los congresos organizados en BCN, el 22@...), así como el dinamismo cultural. En definitiva, Catalunya es parte fundamental de la economía española y un puente fundamental con el resto de Europa. España no puede renunciar a ello sin sufrir un gravísimo revés. 

A Catalunya le conviene permanecer en España

Catalunya también tiene argumentos ganadores para quedarse en España. Cierto es que hay cosas que deben cambiar, pero no dejemos que las ramas nos impidan ver el bosque. No es cierto que Catalunya no fuera viable como estado independiente, aunque supondría un golpe duro para ambas partes (ver análisis del investment editor de Financial Times, James Mackintosh). El coste de la hipotética independencia es una incógnita. 

Estratégicamente, Catalunya tiene mucho que aprovechar de mantener el statu quo: España es un puente comercial de gran relevancia para llegar al magreb y a Latinoamérica, regiones cada vez más relevantes, del que una región exportadora como Catalunya debe beneficiarse. España es también un destino clave en la exportación catalana (ver cuadro 15 del último estudio "Situació Catalunya" de BBVA Research). Es de esperar que este intercambio comercial aumente cuando se supere la recesión. España es también la puerta jurídica por la que Catalunya se conecta al mundo. La Unión Europea, aún en plena crisis, es una de las principales potencias mundiales, y  parece difícil que acepte la independencia dentro de la Unión (Durao BarrosoViviane RedingJoaquín Almunia han mostrado sus dudas). 

Hay otro argumento estratégico a favor de la permanencia en España: siempre es mucho más fácil entenderse con quien te conoce y te necesita (Madrid), que tener que explicar quién eres antes de sentarse a negociar. Catalunya no tiene aliados internacionales.

Incluso en el momento de máxima efervescencia independentista, las encuestas mostraban la preferencia por el pacto fiscal. Parece que las balas del cartucho del unionismo se acaban, pero Catalunya y España necesitan entenderse. Tal y como se ha expuesto, hay argumentos para construir una alianza sólida. Para ello, hace falta voluntad de entendimiento, acabar la búsqueda electoralista de culpables, liderazgo y visión de Estado. Quizá es pedir demasiado a esta España rutilante. Sin embargo, vale la pena volver a comenzar, superar las diferencias y avanzar unidos. Todavía hay razones para ser ingenuo.






viernes, 5 de octubre de 2012

Voces en el desierto

Estoy preparando la resurrección del blog: ¡prometo muchas emociones! Para ir abriendo boca, os adjunto un artículo publicado el dos de febrero de ¡¡¡1978!!! Es de Jose María Carretero y se publicó en ABC. Qué poco caso se le hizo...



Catalanizar España

José María Carrascal, Periodista de ABC (Madrid)
03 de Febrero de 1978

No se asusten. No se trata de abogar por el dominio del catalán sobre el resto de los españoles; no se trata de sustituir la hegemonía madrileña por la barcelonesa. Además, dudo que a los catalanes les interesase. Los catalanes perdieron, hace mucho tiempo, sus ambiciones hegemonistas - más o menos desde aquel episodio fulgurante de los almogávares - y desde entonces se han dedicado a su propio florecimiento, en vez de malgastar energías en subyugar a los demás. Tal vez porque fueron los primeros, entre los pueblos de Europa, que comprendieron que imperialismo es contrario a democracia. Hay que temer muy pocas cosas de los catalanes, y la que menos, afanes de señorío.

Lo que aquí sugerimos es cosa muy distinta y más profunda: que la catalanicidad pase a ser parte operante del alma española, hasta ahora no fecundada por ella: que el hecho catalán no se reduzca
a aquella esquina, sino que se incluya en el resto de la nación, no para aplastar lo que es genuino de cada tierra, sino para ensancharlo, potenciarlo y enriquecerlo, haciéndolo más apto para la nueva situación que España inicia.

Una de las mayores desgracias que ha sufrido nuestro país, es lo que ha venido presentándose como "espíritu español", apenas impregnado de catalanismo, cuando debería haber sido uno de sus
ingredientes principales. Bien distinto nos hubiera ido, muchas desventuras nos hubiésemos ahorrado, de haber ocurrido así. Pues pudo haber tiempos en que, para ser algo en el mundo, lo
mejor era descabezar moros, cruzar cordilleras o conquistar imperios con una docena de hombres.
Pero esos tiempos han pasado hace muchos siglos, y al empeñarnos en sujetar el alma española a tales características, la hemos empequeñecido, mutilándola y haciéndola poco apta para las nuevas circunstancias.

No recuerdo quién dijo, que la única forma de hacer una nación moderna de España, era llenar el país de suizos o ingleses. ¡Y eso teniendo al lado a los catalanes} ¡Qué ceguera¡ ¡Qué desatino¡
Cataluña ha sido la gran desconocida para el resto de España; desde luego más desconocida que Francia, Italia, Inglaterra o la misma Alemania. Se conoce más la literatura rusa que la catalana, y nuestro conocimiento de Cataluña, está hecho a base de cuatro lugares comunes, todos ellos erróneos cuando no agraviantes. Sólo los que, por azares de la vida, hemos tenido la suerte de que
nuestras familias fueran a residir allí, pudimos darnos cuenta de las enormes diferencias que hay, entre lo que se cree en el resto de España que son los catalanes, y lo que son en realidad. España
no tiene que ir fuera de sus fronteras a buscar virtudes cívicas modernas: las tiene dentro de ella misma en Cataluña, y no me refiero sólo a la laboriosidad, al sentido organizador y de empresa, a la iniciativa. Me refiero a algo más valioso y raro: a la mezcla de tradición y modernidad que hace a los países a la vez estables y dinámicos, al espíritu de cooperación, sin el que una nación no pasa de reino de taifas; al respeto a la intimidad ajena, algo prácticamente desconocido en el resto de España, y que tal vez sea la cualidad más preciosa del espíritu catalán. Todo ello lo necesita
España, hoy más que nunca, pues es con esos mimbres con los que se teje auténtica democracia. Sin ellos de poco sirven Constituciones, partidos, urnas.

Cataluña viene adelantándose durante los últimos siglos al resto de España, y la gran tragedia de ésta ha sido no seguir la dirección que le marcaba la que, a fin de cuentas, era su avanzadilla europea. ¿Ocurrirá otra vez algo parecido? ¿Se construirá la nueva democracia española con la colaboración de los políticos catalanes, o seguirá ignorándoseles? Y cuando hablo de políticos catalanes no me refiero a los de allí nacidos, para pasar luego por el filtro de Madrid: me refiero a los catalanes cien por cien, gentes que nos digan las cosas un poco bruscamente, sin rodeos: que nos transmitan su sentido común, su instinto práctico, su conciencia de responsabilidad individual y colectiva. Algo que estamos necesitando cada vez más angustiosamente.

Cuando oigo decir a personas sensibles, inteligentes, que Cataluña no puede separarse "porque el Ejército no lo permitiría", siento como un puñetazo en plena cara. ¿Pero todavía estamos con éstas? ¿Todavía no hemos aprendido?

No. Cataluña no puede separarse porque la necesitamos, hoy más que nunca, y hay que decírselo cuanto antes, bien alto, sin rubores, sin vergüenzas. Necesitamos no sólo su industria, su arte, su organización, su modernidad, sino también su espíritu, su ejemplo, sus líderes, su "seny". Y espero que ella también nos necesite a nosotros, para ser algo más que un rincón delicioso, cultivado y pintoresco en el Mediterráneo, y proyectar continentalmente, a través de España, el espíritu catalán, que todavía tiene mucho que decir en esa Europa por hacer.

martes, 3 de abril de 2012

El cuento de la siesta y la fiesta

Sangría, sol, playa, siesta y fiesta. El buen rollito, calidad de vida y la ausencia de agobios hace tiempo que se han convertido en el orgullo de todo buen español. España es hoy el parque temático low cost de Europa. Y este modelo empezamos a exportarlo: allá donde un español, todos esperan que se convierta en el rey de la fiesta. Bendito rol de idiotas el que ha reservado la historia para España.


¿De verdad es esto España? ¿Ese grupo de pobres hidalgos que se lanzó a la conquista de un continente pensaba sólo en el alcohol? ¿Quienes se batían en Flandes entre barro y sangre eran burgueses de mala playa? Los literatos que morían de hambre para sacar a la luz sus obras, ¿que pensarían de todo esto?

La península ibérica nunca ha sido un lugar de funcionarios obedientes y abnegados, eso está claro. Tampoco de buenos gestores, como algunos se esfuerzan en volver a demostrar. Pero también lo es que entre sus habitantes la reciedumbre, la valentía y la fortaleza eran virtudes extendidas. Hoy no queda nada de eso. La visita delos paladines de Merkel pone de manifiesto algo que hace años que se ve: España es un país que ha olvidado sus fortalezas y que ha dejado de lado su ambición. Es un país de funcionarios de segunda, políticos de subvenciones, tertulianos de bar de la posguerra y actores semiprofesionales que ponen el timón rumbo a la anestesia del botellón y el derecho a no hacer nada.

Ante esto, lo que sorprende no es que catalanes y vascos rechacen un país que pocas veces les quiso, sino que los españoles no abjuren. Quienes aspiran a la unidad deberían encontrar argumentos seductores para sacar del letargo a unos y otros. El "Viva España, ¡Cojones!" ya sólo excita a bigotudos aficionados al alcohol.



martes, 3 de enero de 2012

Lágrimas de vergüenza


Al salir del supermercado son las ocho. Él lleva una cazadora veraniega, pero en Madrid estamos a 0 grados. Al principio no llora. Dice que la policía ha cogido sus cds, y ya no tiene forma de conseguir los 6€ que le cuesta el cuarto. Tiene la voz rota, la tez negra y su colonia es cerveza barata. No quiere dormir en la calle. "Quiero volver a mí país", me dice. Lleva cuatro meses en España. Quiere volver a su país. Llora.

Su futuro son 6€ o llorar. Sus lágrimas, nuestra avaricia. Todos: banqueros, urbanos, alcaldes o estudiantes. Al final del camino fácil no hay luz ni riqueza. No para todos. Mi comodidad. Mi diez. Mis elecciones. Mi bonus a costa de esos cuatro asalariados. Ésta es la Europa de los sueños rotos, y estaremos aquí para contar a nuestros nietos qué hicimos, cómo era nuestra sonrisa demócrata mientras nuestros hermanos lloraban en la calle. La vergüenza del Estado del Bienestar la marcan esos papeles que determinan quién sonríe y quién llora.

Feliz Navidad a todos.



foto http://minotauro.periodismohumano.com/