martes, 23 de febrero de 2010

Queridos artesanos























El otro día tuve la oportunidad de escuchar a un veterano columnista de un periódico local. Al hablarnos de su experiencia, nos comentaba que había días en los que él ya sabía de qué iba a ir su columna antes de sentarse a pensarla.

Hoy me sucede lo mismo.

De hecho, me sucedió el viernes pasado. Me di cuenta a los cinco minutos de haber entrado en una barbería a cortarme el pelo. Sabía que ahí había una historia. Lo supe mientras escuchaba a Jesús, el barbero, y a su compañero Benito - ya jubilado -. Este curioso dúo tenían en común su dedicación absoluta a su quehacer. Benito, desde "la grada", se admiraba de la habilidad de Jesús, un artesano de la peluquería de un local perdido de Pamplona. Ambos destilaban una implicación absoluta a la profesión que lograba contagiar hasta al más pintado.

Las peluquerías siempre me han incomodado. Quizás por eso no me corto el pelo muy a menudo. Antes era mi madre la que daba conversación "al de las tijeras", pero yo no supe coger muy bien el testigo. El viernes fue distinto. Y mientras Jesús y Benito, en su inocencia, se admiraban porque soy estudiante y las cosas me van bien, yo, para mis adentros, empezaba a construir un monumento que sólo mi falta de habilidad no eleva hasta donde se merecen. Porque quienes son dignos de admirar son ellos. Y porque si Pamplona, Navarra o España tuvieran "más peluqueros", las cosas no estarían como están.






Siento el "yo, me, mi, conmigo" de mis últimas entradas, pretendía que mi entrada fuera más impersonal, pero llegó el viernes y fui a cortarme el pelo...

martes, 16 de febrero de 2010

Palomitas










Me gustan las palomitas. No lo puedo evitar, me gustan. Supongo que seré uno de tantos, que esto no es algo original, pero es así. Cuando voy al cine, me pido siempre el bote grande, acompañado, como debe ser, por una buena coca cola.


Claro, las palomitas, por sí solas, no me llevan a ningún sitio. Por eso esta gran pasión va acompañada de otra actividad que me encanta: el cine. Las factoría de Hollywood ha logrado que uno siempre esté esperando la próxima película o serie recién estrenada en EEUU con la esperanza de que, junto al regusto salado, a uno le llegue el placer visual de las superproducciones americanas. ¿Quién no se ha sentido embelesado por películas como Avatar?


Esta costumbre, que viene de bien lejos, me ha acompañado mientras he disfrutado de todo tipo de películas. Pocas veces dejo de pedírmelas: si el film me impide saborearlas, es que sobrepasa los cánones de mi sensibilidad. Qué le haremos, siempre he sido un poco “tiquismiquis”. Aún así, alguna vez me he refugiado en el bote salado para no ver las escenas más ácidas de “pelis” que no debería haber visto.

Sin embargo, no todos los días son de fiesta. Y claro, al final, para evitar tener continuamente ese regusto a sal y mantequilla, he terminado por arrinconar este gran manjar para el cine. Además, las palomitas del súper no están tan buenas.


En casa, el regusto que se queda es el de la cerveza. La cerveza que uno se toma ante un buen partido de fútbol, una buena serie o, incluso, los informativos. La cerveza, también, que se me atragantó el pasado viernes mientras veía los informativos. El penúltimo latigazo del show televisivo del prime time nos trajo a casa las imágenes de la muerte de Nodar Kumaritashvili (atleta olímpico fallecido en los entrenamientos de los JJOO de Vancouver). Supongo que me atraganté porque no me he acabado de acostumbrar a los informativos, o porque no tenía a mano el bote de palomitas.


lunes, 15 de febrero de 2010

"Épater" le bourgeois...






















Hoy ha aparecido la noticia de que un fotógrafo llamado Fernando Bayona, en colaboración con la Universidad de Granada, ha presentado una exposición llamada Circus Christi en la que la Virgen María aparece como una prostituta, San José como un camello y Jesucristo es gay.

Dejando de lado el análisis concreto de la lamentable idea de este señor, me gustaría pararme a reflexionar sobre la penúltima expresión del arte bajo el concepto de "épater le bourgeois" (asustar/impactar al burgués). Esta forma de producir arte, más vieja matusalén, dio lugar a la idea de la trasngresión por la trangresión, el arte como denuncia y el enfrentamiento entre los artistas y la mayoría de la sociedad.

Para el artista, la sociedad se encuentra "adormilada" y su obra busca dar con sus llagas para despertarla y hacerla reflexionar. Por supuesto, el problema es de la gente que no sabe encajar las críticas del observador social. En este caso, Fernando Bayona aludía al clásico argumento de "los puritanos": 'habrá sectores puritanos que se pueden sentir molestos pero creo que las fotos están en el punto justo, sin llegar a ser ordinarias ni vulgares pero con el punto necesario para ser subversivas, sin caer en el escándalo fácil'.

Sin entrar a valorar cuál es el "punto necesario" al que alude el fotógrafo, parece obvio que llega un punto en el que el burgués se ha quedado sordo. De tanto susto, los intentos del artista por asustarle, o pasan desapercibidos o bien provocan auténticos despropósitos (como faltar al respeto a las personas en cosas tan profundas como la fe).

El Arte, a lo largo de la Historia, ha demostrado una saludable capacidad de transformarse y evolucionar cuando ha agotado de un movimiento. Quizás estemos ante esa fase...quién sabe.